Foto: Cortesía

La historia de exterminio detrás de la fotografía con miles de cadáveres de bisontes

Una fotografía de casi 130 años da luz sobre las relaciones de explotación natural que casi llevaron a los bisontes americanos a la extinción

El curso del siglo XIX cambió radicalmente con la Revolución Industrial. El ser humano entendió a la naturaleza como un elemento que habría de dominar. A raíz de esto, se dio un estallido de avances científicos protagonizado por la máquina de vapor, al servicio de los intereses de la burguesía en el poder. En apariencia, los bisontes americanos no tienen nada que ver en esta historia.

Como parte de los esfuerzos por capitalizar los recursos naturales, una serie de relaciones de sometimiento sin precedentes atenazaron a las poblaciones de bisontes americanos en 1892. Pareciera, entonces, que la tradición de orillar a las especies a los límites de la extinción no es un invento del siglo XXI: por el contrario, lleva una larga carrera de relaciones asimétricas entre el ambiente y el ser humano. El casi exterminio de los bisontes es evidencia de esto.

Una montaña de cráneos al borde de la extinción

Michigan Carbon Works fue testigo del proceso de apilar de miles de cráneos de bisontes americanos. Uno tras otro, con las estructuras óseas de los animales muertos se construyó una montaña de cabezas, para tomar una fotografía que data de 1892.

Se tiene registro de que, hacia finales del siglo XVIII, existían cerca de 60 millones de ejemplares de bisontes vivían en libertad. A partir de esta masacre sin precedentes, la población se redujo a menos de 460 bisontes silvestres. Esto fue así porque la colonización del “Wild West” en Estados Unidos permitió que cazadores blancos intensificaran la matanza de estos animales, en favor de la creciente industria de cuero en el país.

Para finales de la década de 1870, la mayor parte de los bisontes americanos habían sido exterminados. Cínicamente, la empresa encargada del proyecto apiló los cráneos de los animales, en un intento inmundo de demostrar el poderío del ser humano sobre la naturaleza. De pronto, las praderas al occidente de Estados Unidos se inundaron de un silencio mortuorio: ya no había animales que pastaran sobre ellas.

Un desequilibrio ecológico

Los pobladores originarios de las naciones indígenas en Estados Unidos entendían mejor las bases equilibrio ecológico que los capitalistas blancos. Además de conocer la tierra y las dinámicas entre los animales y el ambiente, mantenían una relación directa con las cosechas y los ciclos naturales del entorno.

La espiritualidad de los nativos americanos revestía sus tierras de un halo sagrado, con un profundo respeto por los animales sacrificados, como el bisonte americano en su momento. A pesar de que fueran utilizados con fines rituales por estas poblaciones, nunca se optó por una masacre masiva como la que logró la industria textilera. 

A raíz de la matanza, se produjo un desequilibrio ecológico en las praderas estadounidenses. Los búfalos —como se conocían en la zona— jugaban un papel fundamental en el funcionamiento del ecosistema. En consecuencia, las relaciones con otras especies vegetales y animales se vieron gravemente afectadas.

Pérdidas culturales

Además de las afectaciones dramáticas al entorno natural, la pérdida de estos mamíferos de más de 600 kilogramos —quizá los más masivos en el país— implicó una grave pérdida cultural entre las naciones indígenas.

Con la especie al borde de la desaparición, además, muchas de las prácticas comunitarias arraigadas a la tierra también se vieron comprometidas. Poco a poco, las poblaciones se han recuperado gracias a los esfuerzos de conservación contemporáneos. Quizá, la imagen tomada en Rougeville, Michigan, pareciera más bien un epitafio histórico, plasmado en sepia sobre papel fotográfico.

MUY INTERESANTE. 

 

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