La inmortalidad del paisaje de José María Velasco

Foto: Cortesía

La paralización de diversos sectores económicos y el resguardo domiciliario debido a la propagación del contagio del coronavirus alrededor del mundo ocasionó que las personas encontraran en las plataformas digitales audiovisuales un refugio para no limitar sus actividades cotidianas. Mediante estas plataformas y con el esfuerzo titánico de las instituciones culturales del país, se difundió múltiples disciplinas y expresiones artísticas con el fin de seguir promocionando la riqueza del trabajo y la voz de diversos artistas, historiadores, investigadores y museos que resguardan y promueven la belleza y lo sublime de las artes.

Debido a la paralización de nuestra dinámica diaria, las expresiones artísticas encontraron un escenario proactivo y favorable para incrementar su alcance en las plataformas digitales, por otro lado, el arte fungió como un medio para rescatar la vida y otorgarle sentido al tiempo en casa mediante la difusión de diversas manifestaciones artísticas y literarias llenas de humanismo, libertad y paz.  

Gracias al trabajo de difusión de diferentes institutos encargados de la promoción y resguardo del acervo visual y plástico de México podemos tener la oportunidad de revisitar y entender, de una manera más cercana, diferentes obras. Por consiguiente, podemos regresar la mirada y recordar la inmortalidad del paisaje de José María Velasco en la celebración de su natalicio.

Uno de los más grandes paisajistas del mundo en la historia de la humanidad nació un 6 de julio de 1840 en una localidad llamada Temascalcingo en el Estado de México, su nombre fue José María Velasco Gómez.

La genialidad y el talento hicieron que, en 1858, el joven José María Velasco ingresara en la Academia de San Carlos con el pintor italiano Eugenio Landesio, maestro de perspectiva y pintura de paisaje dentro de la institución. La gran habilidad pictórica de Velasco hizo que consiguiera un diploma y una medalla por parte del emperador Maximiliano y diferentes reconocimientos por parte del Estado. Por otro lado, mantuvo un gran interés en las disciplinas científicas e inició diversos estudios en zoología y botánica los cuales permitieron consolidar sus lenguajes plásticos dirigidos a la tierra mexicana logrando incorporar la topografía como un emblema de identidad nacional.

José María Velasco encontró una fuerte inspiración en la naturaleza y fijó su mirada artística en la contemplación del paisaje del Valle de México. Además, integró y retrató la belleza de la espontánea vida cotidiana de jinetes, agricultores, albañiles, campesinos, comerciantes, lavanderas, entre otros. En su obra también precisó un énfasis en las costumbres mestizas y el contraste del ímpetu avasallador de la modernidad, el orden y el progreso del régimen porfirista de finales del siglo XIX. 

El trabajo plástico de José María Velasco sobresalió por la gran destreza de proyectar dentro de su trabajo paisajístico la sensación de amplitud y la sublime trasparencia de nuestro altiplano. 

Dentro de su estilo realista podemos observar dos elementos composicionales para entender la propuesta de su obra, el desenvolvimiento del lugar y el episodio histórico. Por esa razón, los paisajes de Velasco nos ofrecen una experiencia artística repleta de asombro, libertad, pertenencia y nostalgia.

Los paisajes de José María Velasco seguirán asombrando a las próximas generaciones que visiten su asombroso legado pictórico, puesto que, la experiencia artística de la obra de Velasco consiste en contemplar el registro histórico de la evolución y transformación de la tierra mexicana y el encanto de la unidad majestuosa de la naturaleza y el paso del hombre.

La inmortalidad del paisaje de José María Velasco reside en la convivencia armónica del excelso detalle pictórico de las rocas, las plantas, el azul en el cielo y la majestuosidad del horizonte donde podemos respirar la pureza de la tierra de México.

 

Por: Cortesía

Columnistas

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