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¿Por qué los niños no obedecen a sus padres por igual?

Mucho se ha hablado del favoritismo de los niños (y en especial, los más pequeños) hacia uno u otro padre. La cultura general apunta que las niñas prefieren a sus papás y, los niños, a sus mamás; en psicología, se ha relacionado esta predilección con el complejo de Edipo (rivalidad entre padre-hijo) y el complejo de Electra (rivalidad entre madre-hija), ampliamente ilustrados también en la literatura clásica.

De acuerdo con la psicóloga Ellen Weber Libby, es normal que los niños amen por igual a sus padres y, aun así, tiendan a preferir a uno de los dos. El favoritismo implica que el “padre pródigo” goza de ciertos privilegios, entre ellos: ser más respetado u obedecido que la pareja.

Este desequilibrio en la voz de mando sin duda puede afectar la dinámica familiar, por ello es importante entender por qué los niños prefieren hacer más o menos caso a uno de sus padres, y qué puede hacerse al respecto para evitar conflictos en la familia.

“Mi hijo no me obedece porque no soy su favorito”

Los niños pequeños que pasan más tiempo con sus madres suelen preferir que sean ellas quienes los bañen, los vistan o les den de comer. Es un comportamiento natural que refleja cercanía: “Te elijo porque siento una mayor intimidad entre nosotros, porque estoy siempre contigo y me siento conectado”. Esto no quiere decir que los niños no echen de menos a sus papás o que no los amen.

Ahora bien, cuando se trata de fortalecer un esquema familiar sólido donde ambos padres sean respetados y atendidos por igual, es indispensable trabajar en equipo y saber que ser el “favorito” no equivale a ser el más “competente”. 

Muchos niños se declaran admiradores de sus padres porque les permiten dormir hasta tarde o comerse el postre sin haber cenado, algo que sus madres jamás harían. Aunque saltarse las reglas de vez en cuando quizás no haga mucha diferencia en la dinámica familiar, la ausencia de una estructura puede hacer que los niños interpreten el romper las normas como una excusa para rebelarse ante sus madres/padres y ponerse de lado de sus padres/madres.

Las parejas deben ponerse de acuerdo acerca de las normas innegociables que deben seguir los niños en casa, independientemente de las circunstancias, y tener absoluta claridad sobre las excepciones.

Cuando el juego de los incentivos incentiva otra cosa

Las bonificaciones o premios son una herramienta frecuente y muy efectiva para incentivar a los niños a realizar quehaceres que normalmente se negarían a hacer, por ejemplo: ofrecer un helado a cambio de recoger los juguetes o limpiar la habitación. 

No solo existen los premios materiales o tangibles, sino también los afectivos o intangibles, que pueden convertir un abrazo o un beso en un “punto ciego” para que los niños sientan que no hace falta seguir las reglas.

Los incentivos son positivos siempre y cuando se utilicen con mesura y precisión, sin embargo, cuando cometemos el error de premiar a nuestros hijos sin motivo o en contra de la voluntad de nuestra pareja, alimentamos una figura de favoritismo malsano que puede dar razones a los niños para negarse a respetar la opinión del otro. Después de todo, “¿por qué escuchar a mamá si papá me premia sin tener que hacer nada?”. 

Las parejas que identifican problemas de obediencia en sus hijos deben preguntarse si acaso hay una falla en la dinámica familiar que hace que los niños desestimen la importancia de hacerle caso a su madre/padre:

  • “¿Estoy restando autoridad a mi pareja dando incentivos a nuestros hijos incluso cuando han hecho algo malo?” 
  • “¿Estoy confundiendo el amar a mis hijos con permitirles todo, incluso en contra de la opinión de mi pareja?”
  • “¿Apoyo al padre/madre de mis hijos, o compito con él/ella por la atención?”
  • “¿Estamos transmitiendo a nuestros hijos una imagen de respeto y autoridad, o hemos confundido el amor con la indisciplina?”
  • “¿Estamos siendo equitativos con nuestros hijos al explicarles la importancia de obedecer, o hemos confundido la autoridad con el despotismo?”

Es más fácil para los niños obedecer en un entorno de armonía

Es muy importante que los padres se esfuercen por construir una relación armónica con sus hijos, y no una relación jerárquica que pase por encima de ellos. Esto no contribuye para nada a la obediencia, por el contrario, aunque logremos que nuestros hijos sigan al pie de la letra nuestras indicaciones, es probable que se vuelvan rebeldes a medida que crezcan al no comprender realmente la importancia de obedecer a sus padres o cómo las decisiones que tomamos por ellos guardan la intención de protegerlos y velar por su bienestar.

Está bien explicar a los niños porqué las cosas son como son, incluso en un lenguaje sencillo que puedan entender. Si confundimos la autoridad con una dictadura en casa, estaremos enseñando a los pequeños que sus necesidades, opiniones y sentimientos no son importantes, y que les irá mejor adoptando una postura pasiva ante la vida.

Nada más lejos de la realidad.

El arte de saber vivir 

 

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