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Pablo Alborán: "La fama me ha quitado las primeras veces"

El malagueño presenta 'Vértigo', su quinto disco, un trabajo que perfiló en casa de sus padres cuando el mundo se paró por la pandemia

El pasado 5 de marzo, Pablo Alborán aterrizaba en Madrid "pletórico". "Terminaba la tercera gira del disco y había tenido tiempo de disfrutar de los viajes, me pude escapar con amigos en los días libres, cosa que en otras giras no", recuerda con una enorme sonrisa. Y de repente se detuvo el mundo. Ayer el malagueño estaba exultante también. 'Vértigo', el quinto disco que saca, está en la calle. Entre estos dos momentos, su querida Málaga, la familia y su música.

"El confinamiento lo viví con mis padres y estaba más preocupado de entretenerles y hacer el idiota en casa que de otra cosa. Quería evitar retroalimentar la negatividad", cuenta. Y ese aislamiento del exterior le aportó cosas buenas en lo personal pero también profesionalmente. "Yo seguí escribiendo y terminando las canciones que había empezado antes de la pandemia pero sin saber que iban a ser un disco". No había presión; el mundo había cambiado el ritmo. "Creo que este disco tiene una frescura y una espontaneidad que no tienen los anteriores".

En esas semanas en casa, hubo muchas primeras veces. "Cociné, algo que no hago nunca, aprendí a hacer el cuscús de mi madre, a teñirle las canas, yo que no había cogido un tinte en mi vida". Conversó de arquitectura, arte y política con su padre. "Fue como vivirnos".

PROCESO ÍNTIMO

A la hora de componer, la rutina la varió poco. "En mi habitación, a solas. Sigue siendo algo muy íntimo el agarrar una guitarra o tocar el piano". A sus 31 años, dice mantener la ilusión intacta. "Sigo respirando mejor cuando canto que cuando hablo". La música es su balanza. "Es donde escupo mis historias y veo colmados mis placeres. Es como el que se desfoga con el deporte".

Amable y cercano en la distancia corta, en junio se convirtió en noticia por un tema ajeno a su carrera. En Instagram desvelaba su homosexualidad y se montó la mundial. Lo hizo "por dignidad", porque le dio la gana, y de lo que vino después se queda con las pequeñas grandes historias de gente anónima a la que pudo ayudar su mensaje. "Las que me llegaron fueron muy bonitas y muy esperanzadoras".

Las decisiones importantes las consulta con su mánager, "es como una hermana para mí", y con su madre, "ella siempre se pone en mi lugar y piensa en las consecuencias que pueden tener para mí las cosas". De los primeros en oír sus temas, los sobrinos de 5, 7, 9, 11 y 14 años. "Son un medidor cojonudo para las canciones", comenta con toda naturalidad.

MIRAR AL CINE

No es la primera vez que reconoce que el mundo del cine le atrae. "Lo miro con mucho respeto. Si algún día llega algo, habrá que trabajar mucho. Por ahora, más que ojitos, le guiño el ojo de momento", dice con humildad. Aún no ha llegado a sus manos ningún guion, pero espera estar preparado cuando ocurra.

Habla mucho del equipo, de su gente, de los que le arropan. "Soy muy pesado con este tema. Valoro mucho cuando tengo un equipo y cada uno tiene claro lo que tiene que hacer. Cuando tenemos todos ganas de tirar hacia adelante, sin importar el puesto que tenga cada uno. Es una sensación brutal".

Han pasado 10 años desde que aquel chaval de mirada tímida se convirtió en una estrella del pop. "La fama me ha quitado las primeras veces, pero me ha dado más cosas buenas que malas". Con 5,8 millones de seguidores en Instagram, 3,7 en Twitter y 5,2 en Facebook, gestiona personalmente sus redes sociales. "Si no fuera así, no las tendría. Es un canal directo de comunicación".

Se rebela "contra las injusticias, contra el egoísmo y ante la gente que está ciega con una idea y no quiere escuchar". Está feliz con su momento, pero no olvida lo vivido. "Me jode que las muertes parezcan sólo un número".

EL MUNDO. 

 

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