Foto: Cortesía

Leonora Carrington, Alquimista de sueños

Transcurre la década de 1950. En una tarde típica Leonora Carrington bebe té negro y tequila, esta vez acompañada por el pintor y escenógrafo de cine Gunther Gerzso (1915-2000), una de sus tantas célebres amistades. Texto Oscar Miyamoto Gómez

Para esas tertulias realizadas en su hogar, sobre la calle Chihuahua de la colonia Roma en la Ciudad de México la anfitriona británica prepara recetas dictadas por un libro de cocina europea del siglo XVI, cuyos ingredientes consigue en el mercado de la Merced con ayuda de su mejor amiga, la pintora surrealista Remedios Varo (1908-1963).

Lo siguiente en la rutina de esta dama originaria del condado de Lancashire, Inglaterra, es retomar su trabajo plástico en el estudio, atestado con caballetes y esculturas crípticas. La artífice ambidiestra realiza sus cuadros mediante pintura al temple, técnica que requiere yema de huevo y aceite para dar cuerpo a los pigmentos. Este procedimiento hará que sus efigies de animales antropomorfos, inspirados en las cartas del tarot y la mitología celta, adquieran apariencia cristalina y etérea.

La personalidad y estilo de ‘la última surrealista’ han repercutido en la diversificación pictórica de México desde los años 40, cuando Leonora Carrington se integró a los círculos intelectuales que moldeaban la agenda cultural en el país. 

DE DONCELLA A VANGUARDISTA

Expulsada de varios colegios debido a su conducta rebelde, a los 17 años fue presentada ante la corte del rey Jorge V (1865-1936) en el Palacio de Buckingham para que conociera a un integrante de la nobleza que la desposara.

Como esa noche rechazó las pretensiones nupciales recibidas, sus padres –un accionista de la industria textil y una dama de sociedad– decidieron enviarla a Florencia, Italia, con el propósito de que estudiara en la Academia Miss Penrose.

Dos años después la joven aficionada a la equitación se hizo aprendiz del afamado pintor cubista francés Amédée Ozenfant (1886-1966), y conoció al artista alemán Max Ernst (1891-1976), exponente de la corriente dadaísta.

En 1937 Leonora Carrington y Ernst –su pareja sentimental en aquel momento– se mudaron a la comuna Saint-Martin d’Ardèche, al sur de París, Francia. 

Su contacto con la metrópoli en plena efervescencia cultural permitió a la estudiante aprender directamente de la famosa cofradía surrealista compuesta por André Breton (1896-1966), Salvador Dalí (1904-1989), Marcel Duchamp (1887-1968) y Pablo Picasso (1881-1973). Impulsada por este eclecticismo, Leonora pintó su autorretrato más famoso, La posada del caballo del alba (1937), el cual hoy día se exhibe en el Museo Metropolitano de Arte en Nueva York, Estados Unidos.

En ese mismo año, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Max Ernst fue recluido en un campo de concentración francés por ser de nacionalidad alemana; poco después Leonora fue diagnosticada, de manera errónea, con ‘psicosis de guerra’. 

Carrington fue obligada por su familia a internarse en el hospital psiquiátrico Abajo, en Santander, España, experiencia que relataría en La casa del miedo. Memorias de Abajo (1988).

LA DAMA MEXICANA

En 1942, mientras era transferida a otro hospital en Sudáfrica, Leonora pidió asilo en la embajada de México en Lisboa, Portugal. A fin de ayudarla en su escape del internado, el escritor y diplomático mexicano Renato Leduc (1897-1986), quien había conocido a Carrington en París a través de Picasso, la desposó en la embajada británica en ese país peninsular y viajó con ella a Nueva York.

Al año siguiente la dama de 26 años se trasladó a México. De su llegada Carrington diría en 1992: “una vez que cruzas la frontera y llegas a México, sientes que has entrado a un lugar hechizado”.

En los lustros subsecuentes a su asentamiento en el Distrito Federal, la inmigrante inglesa –desde 1946 esposa del fotógrafo húngaro Emerico Weisz Schwarz (1911-2007), con quien tuvo dos hijos– se retroalimentaría con una serie de personajes como el poeta francés Benjamin Péret (1899- 1959), el director de cine español Luis Buñuel (1900-1983), el artista chileno Alejandro Jodorowsky y la periodista mexicana Elena Poniatowska.

Para el año 1960 ya se exhibían sus cuadros en el Museo Nacional de Arte Moderno de México. Colaboraría con el diseño de vestuario y escenografía para la representación del drama La hija de Rappaccini (1956), del poeta y escritor Octavio Paz (1914-1998), como parte del festival Poesía en Voz Alta. La presencia elegante de aquella señora, aficionada al tabaco y a los suéteres negros, ya era protagónica en el acontecer cultural del país. 

LEONORA CARRINGTON, QUIMERA ANIMISTA

Pese a la inclusión de temas y símbolos pertenecientes al folclor mexicano, como en el relato La invención del mole (1960), se considera que la obra escrita y visual de Carrington no perteneció al programa artístico oficial de México, del cual formaba parte, por ejemplo, el muralismo didáctico de Diego Rivera (1886-1957). Es decir, algunos críticos del arte de Carrington resaltan el valor de su propuesta por ser enteramente personal y desinteresada del ambiente político.

Al respecto, a la autora, amante de las mascotas, le disgustaba que relacionaran su pintura con alguna causa como el nacionalismo o el surrealismo europeo.

Ella simplemente calificaba a su arte como feminista y animista, postura que expresó de la siguiente manera:

“LAS MUJERES SON MENOS LIBRES AHORA QUE NUNCA. COMETEN LOS MISMOS ERRORES QUE LOS HOMBRES BUSCANDO SU LIBERACIÓN. SE VUELVEN MÁQUINAS Y PIERDEN EL PRECIOSO CONTACTO CON LA NATURALEZA”.

Además de alejarse de las representaciones artísticas tradicionales sobre la mujer, como en la pintura Memorias de Abajo (1941), Leonora Carrington ligaba a los seres femeninos con rituales alquímicos y culinarios, metáfora apreciable en Grandmother Moorhead’s Aromatic Kitchen (1975). 

Por otro lado, el misticismo de sus cuadros retomó elementos de la Cábala judía, dando como resultado una de sus creaciones más famosas, The Bath of Rabbi Loew (1969). En su trayectoria como creadora llegó a mantenerse con la sola venta de sus obras, las cuales encontraron a su comprador más asiduo en el poeta inglés Edward James (1907-1984). 

Hacia la década de 1990 las piezas de Leonora Carrington ya eran incluidas en exhibiciones por todo el mundo. Algunas de las principales colecciones que resguardarían su trabajo serían la Fundación Edwards James, en Chichester, Inglaterra, y el Museo Nacional de Mujeres en las Artes, ubicado en Washington, D.C., Estados Unidos. 

En su última etapa creativa, reavivó sus colaboraciones con el arquitecto mexicano Alejandro Velasco Mancera, quien durante 27 años materializó en bronce más de un centenar de personajes que ella dibujaba primero en papel.  

Hoy día algunas de sus esculturas oníricas adornan avenidas y parques de la Ciudad de México, como How Doth the Little Crocodile… (2003), mejor conocida como Cocodrilos –situada en la avenida Paseo de la Reforma–, inspirada en el poema homónimo del libro Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865). 

Trabajadora incansable, su fallecimiento a los 94 años de edad a causa de una neumonía fue, en palabras del poeta y novelista mexicano Homero Aridjis, el suceso que representó el “fin del surrealismo”.

Muy Interesante. 

 

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