Por: Cortesía

Las drogas para enamorarte serán cada vez más comunes (Y esa no es una buena noticia)

Aunque parezca una cuestión medieval, actualmente miles de parejas usan drogas que estimulan al cerebro para volver a enamorarse. Así funciona.

Anna Machin ha dedicado su vida a estudiar medicamentos que ayuden a las relaciones en pareja. Desde hace casi una década, la antropóloga evolutiva estadounidense ha rastreado el desarrollo de drogas para enamorarse, que operan en el cerebro y estimulan a ciertos neurotransmisores.

Aunque la investigaciones siguen avanzando, ya empezaron a tocar fibras sensibles. Especialmente, desde el terreno de la ética. Parece ser que la oxitocina, dopamina, beta-endorfina y serotonina pueden moldearse para que las personas ‘caigan en un estado amoroso’ por alguien más. ¿Es posible obligar a alguien a enamorarse? Esto es lo que se sabe hasta ahora.

A más oxitocina, más amor

Los altibajos en las relaciones amorosas se deben, a nivel orgánico, a cómo interactúan los químicos desde el sistema nervioso. Si bien están diseñados para reaccionar a los estímulos externos, las emociones se regulan con la cantidad de neurotransmisores que tenemos en el cerebro.

“La oxitocina es clave al comienzo de las relaciones porque reduce nuestras inhibiciones para crear nuevos vínculos”, explica Machin para New Scientist, “luego la dopamina nos motiva y recompensa por llevar a cabo este comportamiento crítico para la supervivencia”.

Sin embargo, éstas no son las únicas sustancias que nos condicionan en las relaciones íntimas. Por ejemplo, la serotonina nos conduce a comportamientos obsesivos en el amor. Las endorfinas, por su parte, nos exigen estar enamorados, como si tuviéramos una dependencia a cierta droga. Por eso, también, algunas personas padecen de cerebro en abstinencia cuando sufren una ruptura sentimental.

Todas estas sustancias interactúan en el cerebro cuando establecemos un vínculo amoroso con otra persona. Así como sucede con los trastornos mentales, estos neurotransmisores pueden regularse, de manera que las personas puedan ‘mantenerse enamoradas’.

En defensa de su tratamiento, Machin argumenta que “Podría decirse que tomar una droga para inducir o mantener el amor no es diferente a tomar un antidepresivo“. Entonces, sí: a más oxitocina, más amor. Sin embargo, científicos de otras ramas como la psicología, por ejemplo no están tan de acuerdo con su postura.

¿Por qué mantener (con drogas) una relación que no florece?

En la Edad Media, las pociones mágicas para conservar el amor de una persona o hacerlo explotar abundaban en las farmacias alquímicas. En la actualidad, la misma motivación se ha trasladado al terreno de la química cerebral.

Machin está segura de que las drogas para enamorarse son una solución para los problemas en pareja. Sin embargo, reconoce que sólo funciona para una ‘marcada minoría’:

“Para una minoría significativa de personas, investigaciones recientes han encontrado que la oxitocina conduce a una mayor confianza social, lo que significa que es más probable que formen nuevas relaciones”, detalla en el artículo publicado en Cell.

Sus años de estudio le han demostrado que, para otros pacientes, el efecto puede ser diametralmente contrario. A pesar de esto, me parece que la autora desestima el terreno más allá de la ciencia más dura. En las relaciones interpersonales, hay un ingrediente indiscutible de poder. En caso de que las drogas para enamorarse se comercializaran, sería muy sencillo ‘obligar’ a otras personas a entrar en relaciones que quizás no les interesan.

¿Es realmente sano inhibir el duelo?

Si bien es cierto que las drogas para enamorarse deben de prescribirse por un psiquiatra, no debe de dejarse de lado el lado menos amable de los fármacos. ‘Obligar’ a alguien a desarrollar un vínculo amoroso por otra persona es violencia: más aún porque podría no ser una relación deseada por ambas partes.

Sobre el argumento de que las drogas para enamorarse ‘mitigan el dolor de la pérdida’, creo que es un desatino inhibir el duelo. La pena y los sentimientos ‘negativos’ que le acompañan son humanos, naturales e inherentes a los procesos dolorosos. Así también, experimentarlos y darles salida es sano.

A veces, aunque sea duro, vale más la pena dejar las relaciones terminar. Una analogía pertinente sería pensar en una serie taquillera que, por su éxito inicial, se pretende continuar con más temporadas. Generalmente, no sólo suelen ser más malas, sino que rompen con el flujo natural de la historia. Creo que con las relaciones sucede lo mismo: cuando se acaba, es mejor dejarla morir con dignidad.

MUY INTERESANTE.

 

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