Por: Cortesía

La pandemia ha hecho que la gente sepa más de ciencia (aunque parezca lo contrario)

Dos años después de estallado la pandemia por COVID-19, parece que la población mundial sabe más de ciencia que antes.

En contra de todo pronóstico, una de las consecuencias menos sonadas de la pandemia por COVID-19 es que la gente sabe más de ciencia. A raíz de la exposición constante a información —falsa, correcta, distorsionada, acertada— relativa al virus, a sus consecuencias y a cómo funciona en general, un estudio asegura que las personas nos volvimos más versadas en términos de ciencia alrededor del mundo.

A partir del estallido de la crisis sanitaria en marzo de 2020, la diseminación oficial de temas relativos a qué es el coronavirus, cómo afecta al organismo y cómo podemos combatirlo ha obligado a la población global a estar enterada de cosas que antes hubieran parecido más que lejanas. Éstas son las consecuencias.

Primero fue la palabra

Si bien es cierto que la gran mayoría de nosotros seguimos sin entender bien a bien cómo opera un virus a nivel molecular, en el argot de todos los días ya se incluyen palabras como ‘propagación’, ‘vacunación completa’, o ‘tratamiento genético’. El cambio social radical y permanente que ha traído la pandemia, por tanto, empezó en el lenguaje.

Así lo explica Max G. Levy, periodista de ciencia para Wired:

“A medida que Covid-19 hundió sus picos en la vida diaria, las personas agregaron palabras y frases a sus vocabularios. […] Aplanar la curva. Anticuerpos. Covidiotas. La gente está interiorizando, usando y recordando información científica valiosa”.

De acuerdo con la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, esto se debe a la naturaleza misma de la pandemia. “Las crisis compartidas, como la pandemia de coronavirus, provocan estos saltos astronómicos en el cambio de lenguaje“, dice Betsy Sneller, sociolingüista de la institución.

Esto es así porque, como se trata de una emergencia sanitaria global, la manera en la que se le ha hecho frente es por medio de la ciencia. Incluso el discurso político oficial viró hacia un horizonte más técnico a nivel médico.

Histeria y entumecimiento colectivo

A este fenómeno, Levy hace una acotación pertinente. A pesar de que, efectivamente, instituciones de investigación, universidades y organismos mundiales han hecho un esfuerzo titánico por informar adecuadamente a la gente sobre la ciencia de la pandemia, han habido severos contratiempos y resistencias.

Desde políticos, como Donald Trump, hasta figuras públicas más pequeñas, como influencers, los discursos que se basan en teorías de conspiración han infectado el pensamiento de millones de personas. Antivacunas, negacionistas de la COVID-19 y francos escépticos del avance de la ciencia han dejado de vacunarse y tomar las precauciones higiénicas elementales por defender una postura política:

“La información errónea y la desinformación están erosionando sin lugar a dudas la confianza en las instituciones, incluidas las autoridades sanitarias y los medios de comunicación. Las teorías de la conspiración están dando forma al discurso de salud pública, impulsando tratamientos ineficaces e incluso peligrosos, y envenenando los esfuerzos para implementar políticas basadas en la evidencia como el enmascaramiento y la vacunación”, denuncia el autor.

A pesar de que Trump efectivamente se infectó de COVID-19 —y de que no le fue de maravilla con las secuelas—, un grueso de la población en Estados Unidos sigue negándose a sí misma la posibilidad de tener la vacunación completa. Han habido quienes prefieren inyectarse desinfectante de vidrios que administrarse alguna de las alternativas contra coronavirus.

Entre la histeria y entumecimiento colectivo por el exceso de información, la gente ha optado por tomar productos milagro y terapias alternativas como buenas opciones para ‘protegerse’ del virus. A la par, el virus evoluciona, y efectivo para desviar la respuesta inmune la influencia de las vacunas

¿Y la opinión personal?

Al día de hoy, se han registrado 5.43 millones de muertes por COVID-19. En contraste, se han documentado 287 millones de casos positivos en el mundo. A pesar de los decesos y de los graves contratiempos que ha traído la pandemia, la humanidad se ha defendido con ciencia.

“Las personas no solo están aumentando su vocabulario científico, sino que están aprendiendo conceptos importantes de la biología y la salud pública. Los estudiantes están mostrando más interés en los roles de los científicos y los trabajadores de la salud”, escribe Levy.

Aunque seguramente la mayor parte de la población no entiende con precisión qué quieren decir ciertos términos, la pandemia nos acercó a la ciencia como ninguna otra revolución del conocimiento en la historia. En este sentido, no existen los excesos de información relativos a la pandemia ni la ciencia.

El problema viene cuando de la polémica se generan argumentos sólo basados en la opinión personal. Sin sustento ni referencias sólidas, muchas personas se han ido con la idea de que el virus realmente no es la gran cosa, que no pasa nada, que están sanas y que no necesitan protegerse realmente. En una democracia perfecta, este tipo de dinámicas también son válidas. En la época de la inmediatez, son inevitables.

Leer este tipo de casos desde un punto de vista crítico nunca sobra. Por el contrario, podría ser un terreno fértil para generar un argumento más nutrido. Incluso a pesar de los conspiranoicos, la pandemia nos acercó a la ciencia. Sólo por eso, la humanidad dio un paso adelante.

MUY INTERESANTE.

 

 

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