Cortesía

¿Es importante la forma en la que nos ven los demás?

No solo desde el punto de vista visual, también nuestra percepción interior se va acomodando a una serie de perfiles físicos, modulados por los cambios hormonales y en un suceso continuo de sutiles transformaciones con el paso de los años.

Maduramos nuestra corteza prefrontal más o menos a los 26 años, momento en el cual nos identificamos con nosotros mismos. Es la edad en la que tenemos conciencia de lo que podemos hacer, medir los límites de lo que lograremos si nos encaminamos por las sendas adecuadas, enfrentamos las responsabilidades e inhabilidades producto de los cambios mentales, académicos, el roce social, las adquisiciones económicas y la realización de planes a futuro.

Los logros afectivos nos van transformando y posiblemente no es lo que vemos en el espejo, pero sí sabemos con certeza las cualidades físicas, el atractivo sexual, los logros profesionales y laborales, la competencias sociales que nos encumbran o que nos limitan, y que comparamos continuamente con las personas del mismo género y afinidad sexual; de modo que, sabemos si somos atractivos, seductores, locuaces. En esta etapa, consolidamos la seguridad en nosotros mismos y todos esos atributos se establecen en el cerebro como una galería de trofeos y diplomas del YO.

Una persona normal tiene también equivocaciones perceptivas de sus cualidades, en un ambiente adecuado, sabe que tiene belleza pero se compara con otros y mide a su manera los atributos que lo acompañan o le faltan.  El éxito afectivo genera autoestima, lo que posibilita la escala de valores para asumir los roles de competencia.

Una reina de belleza tiene un perfil muy alto de ganancias de autoestima, es valorada, reconocida, probada y calificada, y comparada con otra persona igualmente hermosa, le falta el perfil de competencia y calificación, es allí donde entran en juego la autovaloración y las fortalezas para compararse con una igual.

Si el ambiente no es adecuado, se presentan fallas de equilibrio entre lo que “Yo soy” y lo que perciben los demás. A veces, estas fallas son superadas por la puesta en escena de cualidades de personalidad, desenvolvimiento, empatía y expresión que opacan la visión y que fortalecen la percepción de los demás en atributos de alta calidad como inteligencia y perfil académico.

Dese valor a usted mismo con estos consejos:

  • Valórese de uno a diez en una escala de belleza física.
  • Valore objetivamente a sus rivales sociales de igual género y mida sus deficiencias.
  • Pida a las personas a su alrededor que califiquen sus cualidades físicas, su personalidad, empatía, desempeño, gracia, virtudes, pero previamente califíquese usted. Es una forma de comparación de lo que usted tiene y lo que usted cree que tiene.
  • Reconocer que no se tiene belleza, pero hay simpatía y gracia, son valores que superan lo primero, porque la belleza suele ser efímera.
  • Recuerde que la perfección no existe y que para el cerebro es más importante la adaptabilidad que la primera atracción física, que suele desaparecer en los primeros meses de enamoramiento.
  • Haga un inventario de sus pertenencias de valores físicos, sociales, culturales, educativos, familiares, afectivos, económicos y haga un balance de positivismo.
  • Nadie lo(a) va a querer como se quiere usted, si tiene madurez desde luego. Así que, lo más importante es, trabajar en la autoestima y amor propio.

El arte de saber vivir 

 

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