Por: Cortesía

¿Cómo nació la costumbre de ponernos dos nombres?

La costumbre de ponernos dos nombres tiene diversos propósitos, casi siempre fortalecer los lazos familiares. Conoce más sobre ello.

Algunos personajes históricos llegaron a tener hasta 38 nombres. Un ejemplo es Q. Pompeius Senecio Sosius Priscus, cónsul romano ordinario en 169. Pero esto es algo que en el presente difícilmente ocurre. En la actualidad es muy frecuente que las personas tengan dos nombres, una tradición que tiene una larga historia. ¿Cómo nació la costumbre de ponernos dos nombres?

Según la obra de Stephen Wilson The Means of Naming: A Social History, de Stephen Wilson, la costumbre de poner dos nombres a las personas probablemente comenzó en Italia al menos desde finales del siglo XIII.

En este país, como ocurriría en otros lugares, la práctica se generalizó primero entre las élites y luego se extendió a otras clases sociales. En el siglo siguiente se extendió al campo y tardó otros cien años en llegar a algunas localidades más aisladas y atrasadas.

La mayoría de estos primeros segundos nombres eran de santos, y el propósito era que protegieran a los niños que llevaban sus nombres. Esta tradición era algo muy habitual entre las comunidades cristianas.

La costumbre llegó hasta países como España y Francia, y algo más tarde a Inglaterra.

Forjando lazos de unión y lealtad

“Los nombres suelen ser representaciones importantes de la lealtad social y de las relaciones con los padrinos”, dice George Redmonds, que ha escrito numerosos libros sobre nombres, entre ellos Christian Names in Local and Family History.

Sugiere que tal vez añadir más nombres de pila podría considerarse una forma de “amontonar relaciones”.

Alice Crook, estudiante de doctorado de la Universidad de Glasgow, afirma que “la familia es lo más importante a lo que se hace referencia en los segundos nombres, así que tiene sentido que en las clases altas tenga que ver con el linaje, con la herencia”.

Los segundos nombres también pueden proceder de otras personas importantes de una comunidad.

En la actualidad, los segundos nombres continúan siendo una forma de mantener los nombres de la familia y, por lo tanto, de preservar las relaciones.

A veces también se usan con ciertos fines estéticos o para resaltar una personalidad más interesante o destacada en el niño.

Muchos padres de familia pueden poner a sus hijos nombres que ellos mismos hubieran querido tener o que se relacionan con ciertos personajes populares o históricos a los que admiran.

La genealogía: clave pare entender el propósito y significado de un segundo nombre

La genealogía se encarga de hacer un estudio o rastreo de la historia familiar de una persona para conocer los pormenores de sus orígenes. En ese sentido, los segundos nombres pueden ser fundamentales en esa investigación, ya que pueden enseñarnos sobre las relaciones familiares e identificar una tradición de nombres intermedios que nos enseñe sobre un antepasado particularmente querido o legendario.

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